El pueblo de Chesus, enraizado
en las menas andinas donde la explotación minera ya venía de siglos atrás,
había dado un salto en un siglo, pasó de una sociedad feudal y minera a una
burócrata y minera.
Para entonces dominaban los
señores de la mina, los pequeños latifundistas, que se hacían llamar
“hacendados”, y sus protegidos menesterosos que fungían de autoridades y
pequeños comerciantes, ellos tenían el poder. Y a la gente de abajo, en los
latifundios, los llamaban con despectivo cariño “mis indios”, y en la mina
despectivamente “cholos obreros”.
Los señores de la mina estaban
integrados por los dueños y por la
planilla de confianza, ingenieros, contadores, médicos, pistoleros y adulones. Había
otra planilla de empleados de toda laya allegada a la anterior y un grupo
privilegiado a los que llamaban “contratistas” que eran los que brindaban
servicios mineros.
La planilla de confianza y la
de empleados trabajaban a cambio de un sueldo mensual.
Los obreros mineros trabajaban
a cambio de un salario semanal.
¿Los dueños de la mina?, no
vivían ahí, vivían en Lima o el extranjero, en Lima eran diputados, senadores,
ministros y afines, y en el extranjero no eran nada pero vivían, vivían bien
con el dinero de la patria.
Los indios trabajaban quince días al mes gratis
para los hacendados, sólo a cambio de vivir en el feudo y trabajar para ellos
una incipiente parcela de cultivo, llevaban vestimenta confeccionada con lana
de carnero fabricada por algún artesano allegado al patrón, eran analfabetos.
Rara vez un indio se convertía en hombre de confianza del patrón que prefería
traerlo de otra hacienda y lo escogía de los allegados del respectivo hacendado.
Los hacendados organizaban
fiestas patronales, de cumpleaños, de aniversarios y tantas otras más, con
comilonas borracheras avellanas y mojigangas, y mientras disfrutaban con sus
allegados alardeaban que mientras gozaban las vacas iban pariendo en corrales.
Los hacendados más ambiciosos
saltaban a Lima para asirse al parlamento mientras dejaban la hacienda bajo la
responsabilidad de un administrador de íntima confianza.
Los hacendados contrataban
preceptores para sus hijos, que los instruían en sus propias casas hacienda, además de
aprender a leer y escribir, aprendían a danzar y a cantar.
Fue con el gobierno revolucionario
de Juan Velasco Alvarado que comenzó a romperse el dique de la sociedad
anterior.
Y ahora las llamadas haciendas
están parceladas entre sus comuneros, la china Joshe empezó a usar calzón y el
cholo de su marido calzoncillo. Y los
que dominan son los burócratas del Estado, el cacicazgo del alcalde, los
directivos de la comunidad, los policías, y los señores de la mina sobre todos.
Está demás decir que el país vive
la cultura de la corrupción que ha desarrollado en los últimos treinta años.
(Por aquí llaman despectivamente "china" a la mujer pueblerina, es un sinónimo de "chola")
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