La literatura se aparta de los lugares comunes

viernes, 22 de septiembre de 2017

Carta del poeta César Vallejo para su hermano Manuel


“Lima, octubre 16 de 1918

Mi querido hermano Manuel

Santiago Chuco

No he recibido hasta hoy ni una sola letra, de ustedes de Santiago. Todo un silencio. Yo vivo muriéndome; y no sé a dónde me irá a dejar esta vida miserable y traidora.

En este mundo no me queda nada ya. Apenas el bien de la vida de nuestro papacito. Y el día que esto haya terminado, me habré muerto yo también para la vida y el porvenir y mi camino se irá cuesta abajo.

Estoy desquiciado y sin saber qué hacer, ni para qué vivir. Así paso los días huérfanos lejos de todos y loco de dolor.

Tu hermano que te ama

César”

Era yo muy joven, quizá un adolescente, cuando mi padre me mostró la Carta de César Vallejo. Sacó un sobre que contenía tantas otras cartas y me mostró, y yo, joven tan joven como entonces no le di la importancia que se merecía, estaba pensando en el “avión a chorro” que surcaba los cielos andinos y en los aerolitos que caían del cielo estrellado y sin luna para impactar en los campos orientales del pueblo.

Y fue cuando ya tenía escritas algunas narraciones largas y cortas, y no tenía padre, que me acordé de la Carta. Y empecé a hurgar en los cajones de libros y documentos que dejó mi padre, Juan Álvarez Cier, ¡y la encontré!, la encontré junto a otras cartas de una dama de Santiago que quizá depuré, no recuerdo bien, pero la Carta del poeta quedó conmigo. Decidí publicarla en Facebook como fotografía y lo logré el 18 de diciembre del 2012, etiqueté a mis amigos Bernardo Rafael Álvarez y Wilder Vega Robles y también a la página César Vallejo.

Luego, la Carta fue publicada con mi permiso en la revista Pulso-Digital de España http://www.pulso-digital.com/.

La Carta de César Vallejo, para su hermano Manuel, tiene un sentimiento tan profundo que me invade en este momento.

De cómo llegó la Carta hasta la casa de mis ancestros en Pallasca. Sería un caso que los expertos tendrían que investigar. Pues, yo sé por mi padre y por conversaciones de mis abuelos maternos, mi abuelo pallasquino y mi abuela de Mollebamba en la provincia de Santiago de Chuco, que a inicios del siglo veinte había dos rutas alternativas para llegar a Lima desde estos pueblos, una abordando “El vapor” en el puerto Salaverry y la otra abordándolo en Chimbote. De otro lado, la casa de mi abuela Rosa Cier Orué, madre de mi padre, igual que la casa de mis abuelos maternos, siempre han sido hospedaje gratuito de pasajeros del vecino pueblo de Conchucos y pueblos aledaños del departamento La Libertad, pasajeros en ajetreo de la sierra a la costa y de la costa a la sierra. Tiempos preciosos en los que el dinero no era tan importante como ahora. Y si los dormitorios no abastecían tendían las caronas de las acémilas en el corredor, y asunto arreglado.

Hace dos días que tanteando en Internet encontré la Carta de César Vallejo que publiqué en Facebook, la encontré publicada en la página del Ministerio de Cultura del Perú “INFOARTES.pe Literatura peruana, fuente de riqueza cultural”, la publicó el 27 de febrero del 2014 Julio César Vega, investigador cultural, editor de contenidos del “Atlas de Patrimonio e Infraestructura Cultural de las Américas: Perú”, ¡SIN MENCIONAR LA FUENTE!, como debe ser. 

¡Carajo!, me jodieron, me robaron la Carta de César Vallejo cuyo original obra en mi poder. Me jodieron sin ética ni cultura en el mismo Ministerio de Cultura, sin escrúpulos ni rubor, qué valor. Qué se puede esperar en un país así, plagado de corrupción.

¡Bienaventurados los pobres diablos porque de ellos es el reino de la tierra!

Lima, 22 de septiembre de 2017.

martes, 19 de septiembre de 2017

Carta a César Vallejo

César:

Ayer fui a buscarte, de Pallasca a Santiago, te cuento que estaba cansado de tanto pensar, que mi cabeza era un costal de ideas que quería liberar, ¡pero nadie me las quiso aceptar!. Mi caballo me miraba triste, como invitándome a pasear. De pronto me acordé que sabías sostener tu cabeza ayudado por el puño y jugando el pulgar, entonces a lomo de caballo a tu casa fui a dar.

En la grupa cargaba la esperanza de contigo poder conversar, pero al llegar a tu casa eras niño aún, andabas muy feliz jugando con tu hermano Miguel, por la cocina, por el patio, por el zaguán. Mucho hice para llamar tu atención, pero tú nada de darme importancia; mi corazón explosionó en aquel momento, y mi alma se quebró de dolor.

Pasó algún tiempo y me alegré porque aún tu cabeza no empezabas a sostener, me alegré por ti, di media vuelta y volví donde mí. Llovía mucho dentro y fuera de mi ser, y un granizar obligó a mi viejo caballo a doblar las orejas y empezó a jadear, ¡al suelo se tiró aparatosamente!, y antes de estirar la pata con voz de arenga me dijo: “ ¡Amigo, sigue tu trajinar! ”. Pasó entonces don Quijote y le pedí repitiendo aquella canción:  “Caballero, hazme un sitio en tu montura, hazme un sitio en tu montura que yo también voy desdichado”; pero don Quijote volteó y me retó: “¡Por mi dama, vas a morir!“, y con su lanza atacó, y me dejó tirado entre el barro y la lluvia. Luego una mano me tomó por el hombro, era una bella mujer, me invitó a seguirla, mis heridas en su casa curó, me quedé dormido, y al despertar ya se había ido, para no volver...; sobre mi pecho dejó un adiós. 

Ante tal  creciente adversidad, César, ¡imploré a Dios!, no me escuchó y lo reté:

Dios mío estoy llorando al ser que ha muerto, me pesa el haber tomado de sus bridas, pero este jinete de palo y desarmado, no es más que otro Quijote alocado que va buscando un amor que se ha marchado. Hoy en mis ojos hay sangre como en un Cristo humillado, ¡Dios mío, prenderemos por la noche en el Olimpo las antorchas y tú competirás conmigo!. Tú cabalgarás orgulloso las estrellas, y yo, maltrecho pero más grande que tu creación, cabalgaré galopando sobre mi costado. Y claro que será una competencia desigual, porque mientras tú remontes por el ancho cielo, yo apuraré en el fango porque soy de la tierra, y estoy seguro harás que esa noche llueva mucho. Y al final de la meta, no podrás bajar porque estarás muy alto; pero yo, sangrando, prenderé la antorcha de la olimpiada, de la olimpiada de la vida. Entonces ya con el alma erguida, llamaré a los niños de la tierra, que aprendan que no se queda aquel que con amor quiere ganar la guerra.

Después del reto volví hacia ti, pensando, sosteniendo tu cabeza te encontré. Dime, César, si lograré vencer.

Pallasca, 05 de diciembre del 2001


sábado, 2 de septiembre de 2017

CAMINANTE

Resultado de imagen para Antonio machado
Iba taciturno por los pasillos de la Universidad, y repentinamente tropecé con la pizarra informativa del Centro Federado Estudiantil de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”, se leía, y al pie, “César Vallejo”. Se me grabó de golpe lo leído, era de esperarse, yo caminaba taciturno imaginando un camino futuro.


Eran mis primeros días en la Universidad Nacional de Trujillo, el Centro Federado de la Facultad mencionada estaba dirigido por militantes del CELPU, Círculo de Estudios Luis de la Puente Uceda, los militantes pertenecían al MIR, Movimiento de Izquierda Revolucionaria, en el que militaba De la Puente, tremendo apellido del norte del Perú, antes de morir en la guerrilla de Mesa Pelada en el año 1965.


Tanto el APRA, del político Víctor Raúl Haya de la Torre, como las organizaciones políticas izquierdistas se disputaban a Vallejo en sus proyecciones hacia la masa estudiantil, y cuando los movimientos de izquierda publicaban algo de Vallejo el APRA se abstenía por buen tiempo, y viceversa. Jaja. Pero más río por la equivocación del CELPU al haber entregado la autoría del texto publicado en la pizarra a Vallejo, y el APRA estudiantil no dijo nada, y tanto que se odiaban apras con izquierdistas. No importa si me reprueban, dijo un aprista, soy político y es suficiente.

Y yo me tragué completito el anzuelo equivocado de la autoría, incluso cuando escuchaba a Serrat aparecía ante mí el hombre con el puño en el mentón, César Vallejo. Y fui tomando conocimiento, poco a poco, mientras mis estudios universitarios, que lo publicado y aprendido por mí pertenecía a Don Antonio Machado y no a Don César Vallejo.


Durante la educación secundaria que recibí no supe de  Antonio Machado, sí de César Vallejo, y mucho, sus poemas se recitaban a menudo, y aunque yo era un recitador de colegio nunca me animé a recitar uno de sus poemas, creo que son para leerlos y navegar en ellos. Ah, pero tampoco me animo a recitar uno de Antonio Machado, porqué, porque he escuchado muchos de sus poemas por Internet, cantados y recitados, tan bien interpretados que no quiero disonar.

Fue por el año 2000, durante las protestas en contra del dictador Fujimori, que tomé  conocimiento serio de la trascendencia de Don Antonio Machado y su hermano Don Manuel.


“El poeta español, nacido en Sevilla, Antonio Machado (1875-1939) es  de las figuras de la generación del 98, un grupo de escritores preocupados por España y su regeneracionismo político y cultural. Antonio Machado empezó como poeta modernista, al igual que su hermano Manuel, gran poeta de fina sensibilidad, pero poco a poco fue abandonando las formas esteticistas de este movimiento por una obra más social y comprometida” (Biblioteca de Consulta Microsoft Encarta 2002).

“Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”. “Hasta que el pueblo las canta, las coplas, coplas no son, y cuando las canta el pueblo ya nadie sabe el autor”.


Iba yo taciturno por los pasillos de la universidad y repentinamente tropecé con la pizarra del Centro Federado Estudiantil de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, “Caminante no hay camino se hace camino al andar”, se leía, repentinamente una voz me sacó de mi aislamiento “No hay como Vallejo, compañero”, era Peralta, dirigente del Centro Federado.