“Lima, octubre 16 de 1918
Mi querido hermano Manuel
Santiago Chuco
No he recibido hasta hoy ni
una sola letra, de ustedes de Santiago. Todo un silencio. Yo vivo muriéndome; y
no sé a dónde me irá a dejar esta vida miserable y traidora.
En este mundo no me queda nada
ya. Apenas el bien de la vida de nuestro papacito. Y el día que esto haya
terminado, me habré muerto yo también para la vida y el porvenir y mi camino se
irá cuesta abajo.
Estoy desquiciado y sin saber qué
hacer, ni para qué vivir. Así paso los días huérfanos lejos de todos y loco de
dolor.
Tu hermano que te ama
César”
Era yo muy joven, quizá un adolescente,
cuando mi padre me mostró la Carta de
César Vallejo. Sacó un sobre que
contenía tantas otras cartas y me mostró, y yo, joven tan joven como entonces
no le di la importancia que se merecía, estaba pensando en el “avión a chorro”
que surcaba los cielos andinos y en los aerolitos que caían del cielo estrellado
y sin luna para impactar en los campos orientales del pueblo.
Y fue cuando ya tenía escritas
algunas narraciones largas y cortas, y no tenía padre, que me acordé de la
Carta. Y empecé a hurgar en los cajones de libros y documentos que dejó mi
padre, Juan Álvarez Cier, ¡y la encontré!, la encontré junto a otras cartas de
una dama de Santiago que quizá depuré, no recuerdo bien, pero la Carta del
poeta quedó conmigo. Decidí publicarla en Facebook como fotografía y lo logré
el 18 de diciembre del 2012, etiqueté a mis amigos Bernardo Rafael Álvarez y
Wilder Vega Robles y también a la página César Vallejo.
Luego, la Carta fue publicada con mi permiso en la revista Pulso-Digital de España http://www.pulso-digital.com/.
La Carta de César Vallejo,
para su hermano Manuel, tiene un sentimiento tan profundo que me invade en este
momento.
De cómo llegó la Carta hasta
la casa de mis ancestros en Pallasca. Sería un caso que los expertos tendrían
que investigar. Pues, yo sé por mi padre y por conversaciones de mis abuelos
maternos, mi abuelo pallasquino y mi abuela de Mollebamba en la provincia de Santiago
de Chuco, que a inicios del siglo veinte había dos rutas alternativas para
llegar a Lima desde estos pueblos, una abordando “El vapor” en el puerto
Salaverry y la otra abordándolo en Chimbote. De otro lado, la casa de mi abuela
Rosa Cier Orué, madre de mi padre, igual que la casa de mis abuelos maternos,
siempre han sido hospedaje gratuito de pasajeros del vecino pueblo de Conchucos
y pueblos aledaños del departamento La Libertad, pasajeros en ajetreo de la
sierra a la costa y de la costa a la sierra. Tiempos preciosos en los que el
dinero no era tan importante como ahora. Y si los dormitorios no abastecían
tendían las caronas de las acémilas en el corredor, y asunto arreglado.
Hace dos días que tanteando en
Internet encontré la Carta de César Vallejo que publiqué en Facebook, la
encontré publicada en la página del Ministerio de Cultura del Perú “INFOARTES.pe
Literatura peruana, fuente de riqueza cultural”, la publicó el 27 de febrero del 2014 Julio César Vega,
investigador cultural, editor de contenidos del “Atlas de Patrimonio e
Infraestructura Cultural de las Américas: Perú”, ¡SIN MENCIONAR LA FUENTE!,
como debe ser.
¡Carajo!, me jodieron, me robaron
la Carta de César Vallejo cuyo original obra en mi poder. Me jodieron sin ética
ni cultura en el mismo Ministerio de Cultura, sin escrúpulos ni rubor, qué
valor. Qué se puede esperar en un país así, plagado de corrupción.
¡Bienaventurados los pobres
diablos porque de ellos es el reino de la tierra!
Lima, 22 de septiembre
de 2017.