La literatura se aparta de los lugares comunes

jueves, 1 de septiembre de 2016

Monólogo interior en Do Mayor

Me había traído al mundo, me había educado. Claro. Es mi madre, como hermana mayor asumió una voluntaria y gratuita servidumbre hacia el hogar de sus padres, sus hermanos primero la veían como a madre y ella como a hijos, obtuvieron libertad económica y ella se quedó en lo mismo, sin duda, la criada. Es mi madre, la he sorprendido hablando con las gallinas, cómo contradecirla, sólo lo sé para mí. A los tres años ya leía el abecedario, ella tenía la paciencia de enseñármelo, dicen que hay quien peca de pensamiento, pues pecando estoy porque recuerdo que después de la lección solía contarme que una mala mujer le pidió a su esposo le llevara el corazón de su madre para complacerla, y el esposo terminó complaciéndola, ¡yo nunca haría eso!, le repetía a mi acongojada madre, nunca. Lloraba a gritos cuando le dolía la muela, yo tendría algo de ocho años, le pedía a Dios me entregara aquel dolor, lo hacía llorando, suplicante y de rodillas, cuidando que nadie se diera cuenta, y como Dios no lo hacía opté por destruirme los dientes con la púa de mi trompo, y después vino el dolor, el que yo mismo busqué. Mi mente se ha nublado, no puedo seguir pecando. Ella no está, que la pase bien junto mi hermanita, otra semana santa que la paso solo, un año de la muerte de tía Margarita, vivía al frente, no he vuelto a ver abierta la puerta de su balcón, su hermana mayor, la tía Modesta, se arrastra por el patio y zaguán de su casa en busca de sol, dónde sol en esta época, neblina, lluvia y tristeza solamente, menos mal que tiene a su hijo con ella, soltero él, la cuida como a una chiquilla y se abastece para pastorear sus veinte ovejas, debo mirar en él para tomar fuerza. Mas, desde que me acuerdo, cada semana santa me trae un olor a muerte. Están velando al vecino Tomás, han matado una res,  se escucha el laberinto de los borrachos y el chillar de la banda de músicos, tienen para tres días de regocijo; algo de diez años estuvo en Lima, sus hijos lo llevaron a morir allá mientras vivía y ahora lo han traído a vivir acá. Olor a muerte, peor ahora que no estás mi querida madre, la pichuchanca ha dejado de cantar y el grillo se ha marchado, también el tuco. Más tarde pasará por aquí la procesión de viernes santo. Algo más de un año de la muerte de la vecina Gaudencia, pero aún resuenan en mis oídos sus ancianas quejas por la vida que llevaba, sola ella, sin hijos ni marido ni nada, sólo la familia que le acompañaba a cambio de quedarse en su casa, pobre mujer, cuánto pudo haber ahorrado en fósforos durante su vida, siempre venía con una callana a “pedir candela”, y ya muy viejita a cambiar dos huevos por azúcar. Recuerdo mi niñez, cuando vinimos a vivir con mi padre, los días que pasábamos sin azúcar, tenía que escaparme a la casa de mi abuelita para poder tomar un poco de café. El café, el café que tengo estoy hirviéndolo repetidas veces, no tiene sabor, ya. ¡Ay, mamá!, si supieras que vine sólo por ti, si supieras que cuando te accidentaste estuve dispuesto a dejar mi empleo para dedicarme a ti, fue el jefe que tenía el que me aconsejó para que no lo hiciera, pero cuando decidí dejar mi empleo por segunda vez él ya había renunciado, y me vine, pues, me hacía falta un padre que me aconsejara, así lo creo, ahora, en este preciso momento, añoro los buenos tiempos, mas no hay marcha atrás, demasiado tarde, debo soportarlo todo. Mi padre perdió a su madre cuando yo era muy pequeño, apenas me acuerdo de ella, luego del entierro sufrió un derrame, algo de un año estuvo con la boca torcida, y él, el pobre viejo murió a los cincuenta y cuatro, quería morir lejos de aquí y se cumplió su deseo, a veces pienso que pudo ser un suicidio bien calculado, iba en la pobreza y yo le exigía dinero para estudiar, usaba una lupa para leer, las gafas se le habían roto, sus averiados dientes eran evidentes, gafas y dientes todo un capital para tenerlos, y encima yo, talvez mis requerimientos fueron decisivos para que se marchara en busca de dinero, no regresó. Pero tampoco se portó bien conmigo cuando niño, un día me amenazó con ahorcarme si no aparecía el borrego, pero apareció, ¿qué si no aparecía?. Te recuerdo y te extraño, mamá, y lloro en mi soledad, ni este licor puede nublarme, la olla ahí hirviendo me trae tu figura, seguro que a esta hora de la casi noche llevarías el pañolón puesto, el negro, el moteado, el que arrastras mientras caminas, tus torcidos dedos habrían cortado las papas y la cebolla, estarías cocinando una sopa con algo de molido ahí dentro, de maíz o de trigo, no nos faltaría que comer, tu magia primaría como siempre, llegaban a esta casa todo tipo de gente y nunca se iban sin comer ni dormir, eras muy activa, lo recuerdo muy bien, aunque en cada actividad me arrastrabas contigo regañándome y eso me molestaba, especialmente las frías madrugadas en el amasijo del pan para la venta, y el caldo de cualquier cosa para los transeúntes y la venta de alfalfa para sus acémilas, algo de dinero nos venía, pero también recuerdo que me perseguías hasta el cansancio cuando no lograbas castigarme por algo que no te cumplía, yo corría hasta la chacra donde a diario acudía mi abuelita, mi ángel de la guarda, recuerdo eso de que “no me tienes el pan cocido”, significaba una cueriza, también lo hacías con mi hermana y corría hasta la chacra en busca de nuestro padre, una vez, de quién sería la idea, te cosió un pan y te lo entregó, no te quedó más que reír. ¿Me estarán viendo mis abuelitos?. A papá nunca le fue bien en negocio alguno, una gran lista de deudores que yo recorría cada fin de mes, qué difícil me resultaba cobrar, los que debían de licor y de billar, ¡olvídate!, la minería era su fuerte, pero nunca aguantó su condición de subalterno y siempre terminaba peleándose con el jefe. Ayer comí papas y ahora también, las he cortado de mil maneras, trocitos, rebanadas, medias lunas, hasta las he rallado para que mi sopa parezca atractiva a mi vista en primer lugar, es que estoy sin un sol, no debí comprar licor, pero qué importa, no sólo de pan vive el hombre, también de papas. Mañana las haré fritas y pasado sancochadas. Esto de tomar licor, primero se traducía en mí como un exhibicionismo, para demostrar que sí podía, para nivelarme con los demás exhibicionistas que pedían de a docena, después y ahora se traduce en mí como una protesta, no estoy conforme con la vida que llevo. Cómo estarán mis hijos, y las hijas de mi hermana, mi hermana es un padre para mí, nunca me abandona, está pendiente de lo que pudiera faltarme, esto me avergüenza, no es ella quien debe ocuparse de mí, antes de partir mi padre me pidió que cuidara de ella, pero yo ¿qué puedo hacer?. Los hermanos de mi padre no me preocupan porque no sé ni cuántos tiene, mejor así, la única hermana de madre que tuvo, muy apegada a nosotros, partió después de él. La casa de mis abuelos, qué sola está, siento profunda nostalgia cuando voy para allá, mis primeros años ahí, aún se encuentra el poyo donde cada tarde, a eso de las cinco, me instruías en el abecedario. Tus hermanos deben estar bien, antes se acordaban de ti, te escribían y hasta te mandaban panteón en navidad, pero tú te acordabas de ellos más seguido, amasabas lo que les gustaba, ricos biscochos y pasteles de maíz, humitas cuando los choclos, ahora ya no puedes, todo se acabó, deberían estar felices por lo que nos pasa, pero es todo lo contrario, Victorio y Eugenia se empeñan en dilapidarnos, debe ser por las propinas que recibí mientras estudiaba, las que venían de Victorio, yo estuve listo a pagar apenas empecé a trabajar pero no me aceptó, si yo hubiera adivinado lo que pasaría le hubiese puesto el dinero en el bolsillo, y a la mierda. Yo era el líder de la manada, suena a egolatría, pero, cualquiera en mi condición diría lo mismo,  ¡y porqué no decir que el mejor!, los cumplidos me venían de aquí y de allá, no sé si di algún bien, material o inmaterial, pues si lo di no me acuerdo, no debo acordarme, lo dado dado está, ¿o es que me cumplían con la esperanza de sacarme algo?. Moriría sólo por saber qué hacen y piensan de mí después de muerto, pero ¿se podrá observar desde el celeste cielo, se podrá ser omnisciente?. Crecí, luché y fracasé. Recuerdo cuando partí, tu llanto de Magdalena y la oposición de mi padre, me fui a pie hasta punta de carretera y él me alcanzó en el trayecto, y apenas llegamos a la costa me ayudó a conseguir empleo, él lo consiguió.  Soy muy sensible, me emociono fácilmente, mis sentimientos priman sobre mi razón, hubiera optado por el primero yo segundo yo tercero yo, o lo que es lo mismo, antes yo ahora yo y después yo, pero ¿sería feliz?. Mi vida es un huayco muy torrente, y para no marearme y caer en él de repente busco el alivio de mi consciente tomando un poco de aguardiente, ja ja, me río, ¡bravo!, concupiscente. A ver si nazco de nuevo, pero tendría que ser de otros padres y en otro lugar y en otro tiempo, ¡qué va!, estoy suponiendo imposibilidades. Qué será de la flaca, sino me hubiese llamado Sonia, estaría con ella o talvez no. ¿Se habrá casado?. Me gustaría evocar el amor de las mujeres, pero ahora no siento nada, sólo sé que cuando estaba solo buscaba una y cuando estaba con una buscaba estar solo. Quién con algo de criterio quiere ocuparse del matrimonio como algo sublime, si es un gran negocio para la mujer poco tonta, poco delicada, poco decente, poco culta, mientras más adinerado el hombre, mejor. Había creado mi propia divinidad, mi familia, compuesta por mi esposa, mis hijos, yo, la familia de ella y mi familia, no resultó. ¿Podré crear otra?. 

A la mierda, no más recuerdos que me hacen daño. El cuá cuá de los patos, el mé del carnero y el cra cra de las gallinas, me aturden sobre manera después de beber demasiado, ya me imagino el día de mañana y por la noche con el insomnio, los patos en el patio mientras yo me desplace por él.



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