Mis padres no son como los tuyos, son mejores que los tuyos, y por eso estoy aquí frente a ti. Ja jajá, parece una confesión ¿no?, pero no es, porqué tendría que confesarme frente a ti todavía, hubiera ido a buscar al cura, pero no.
Nunca nos falta nada, eso dicen ellos a
cada rato, siempre se esmeran por hacernos recordar que trabajan para nosotros,
para que no nos falte nada, se rompen los lomos de sol a sol como los labriegos del valle, y pensar
que ellos han estudiado. Y todo por nosotros, somos seis hermanos, y de los seis
yo soy la mayor, o la mayora como dice la madre de mi padre, la abuela a la que
todos respetamos obligatoriamente porque
si no, si no la respetamos nos cae la venganza, mejor dicho la ley del ganso
“ven gansa”. La vez pasada no la saludé con cariño porque no me nace hacerlo y
mi querido papá se dio cuenta y me castigó, ¡una semana sin televisión!, se
tomó el trabajo de llevarse todos los días su televisor a su puesto de trabajo
y lo regresaba por las noches. Así que por castigarme a mí castigó a mis hermanas,
a mis hermanos también, y todos se arremolinaron contra mí, por tu culpa
estamos sin televisor, por no saludar a la abuelita, tú no la quieres como
nosotros la queremos, eres mala, oye tú no vuelvas hacerlo porque te acusamos
con mi papá con eso de que tienes enamorado.
Una
semana estuvimos sin televisor, una semana con mis hermanas, con mis hermanos
encarándome el incidente. Felizmente mi mamita se portó muy bien con nosotros,
nos dio propina adicional y del cole salíamos directamente a la abuelita, a la
mamá de mi mamá, y ahí nos pasábamos toda la tarde viendo tele.
Siempre
me pregunto qué sería de nosotros sin mi
madre, mi madre nos comprende siempre que mi padre se porta tercamente con
nosotros, sin mi mamita, ¡nada!, no pudiéramos vivir. Mi madre está donde está
por buena, dice que fue muy buena alumna cuando estudiaba, fue muy buena en eso y es muy buena en su trabajo, muy
responsable, estricta sobre todo, se hace respetar. La gente de abajo la tiene
miedo, ¡uy!, no quisiera tener un jefe como mi madre, si a nosotras que somos
sus hijas y a mis hermanos nos… Cuando incumplimos órdenes nos castiga muy duro.
No, con látigo no, con palo tampoco, tampoco con su zapato, bueno, sí, a veces,
pero lo que más nos duele es que nos eche afuera de la casa hasta la madrugada.
Ya en la madrugada nos abre. Pero no nos castiga a todos, qué bueno sería eso,
estaríamos conversando y no sentiríamos mucho el castigo, ¡de uno en uno!, los
castigos individuales son muy dolorosos, ahí afuera me pasé una vez sentada y pegada
a la puerta, llorando, rezando para que me abriera… Mi madre es cruel, tan
cruel como mi padre, o quizá más que mi padre.
¡Pero
de qué vale que te cuente!, oye. Mi padre se va de viaje todos los meses, “viaje
de negocios” dice, y mi madre también, “viaje de trabajo”, me mandan, dice
ella. Y cuando se van nos quedamos solos, antes nos quedábamos en las casas de
los abuelos, después en casa de los tíos, los vecinos, y así pues, como te
cuento. Una vez descubrimos a mi madre que no había ido de viaje de trabajo, se
fue de parranda, cuando le pedimos explicaciones, así es la vida nos dijo ella.
Y de la vida se aprende pues, la universidad de la vida, ja jajá.
Hace
poco que mi padre me confesó que tenía un hijo de contrabando, mejor dicho
fuera de matrimonio, y mi madre, mi madre que había tenido una aventura con
otro hombre en uno de esos viajes que ella hace, lo importante es cuidarse y no
traer problemas a la casa, me dijo.
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